Cómplices

Los amigos han llegado a mí como milagros. Son extensiones de mis distintos YO que la vida -como lo hizo Hansel con las migas de pan en el cuento de Los Hermanos Grimm- ha ido poniendo estratégicamente para que los encontrara durante el recorrido que está suponiendo mi existencia. Han estado ahí para que yo los descubriera en cada una de las circunstancias de mi senda particular. Aunque tienen muchas coincidencias entre sí, cada momento me los ha traído distintos, con inquietudes y personalidades diferentes, aunque conectados todos por ese hilo común e invisible que liga para siempre, haciéndolos únicos e irremplazables por la complicidad con que nos miramos y la profundidad con que nos amamos.

Mi fiesta

images (12) Como si de una fiesta se tratase, ellos han ido llegando vestidos de gala para acompañarme en la celebración de esta vida. Han acudido cargados con regalos; unos grandes, otros pequeños; unos brillantes, otros simples e incluso algunos opacos; pero todos, eso sí, valiosos para mi haber y siempre, siempre, muy oportunos. Han hecho presencia en distintos momentos del festejo y lentamente se han estado uniendo al encuentro. Unos llegaron muy temprano, desde muy lejos y otros incluso, han ayudado con los preparativos para que todo fuera fantástico. Varios aparecieron en cuanto comenzó la fiesta y hay quienes arribaron cuando el jolgorio estaba en su punto máximo. Hay otros que poco a poco se van acercando y, estoy segura, no faltarán los que vengan a última hora, cuando el alba anuncie que es hora de ir acabando el carnaval.

Como en mi fiesta personal no hay exigencias de ningún tipo, ni dress code, ni cuota, ni límite de horario, hay quienes vienen bailando junto a mí sin cansarse, a mi ritmo, desde que sonó el primer compás se sumaron y ahí siguen, unidos al desmelene. Uno que otro vino porque no podía fallar, aunque sólo apareció para dejar un regalo, beber su refresco y, prometiendo un «después» más extenso, abandonó la fiesta muy temprano. Otros, han acudido sin anunciarse, hay quien se ha ido sin despedirse pero, existen también, los que han regresado con pasos nuevos a continuar el baile. Aunque unos cuantos -cual banda papayera- han salido dejando como ofrenda su estruendosa alegría, también ha habido compañías discretas, que no han llegado a bailar y, sin hacer demasiado ruido, apenas han cantado, pero sin los cuales el coro que ameniza la fiesta jamás hubiese podido alcanzar el tono adecuado.

Lo que ha hecho de mi gala algo tan particular, ha sido que cada uno ha entrado sin esfuerzo, sin necesidad de anunciarse y una vez dentro se ha acomodado en el rincón en el que se ha sentido más cómodo, porque sabido es que la celebración de mi vida es anárquica, sin restricciones de ningún tipo. Hay quienes han preferido conversar en el jardín y otros han pasado directamente al salón, pero también muchos se acomodaron en la cocina (donde se viven las mejores fiestas) y allí, en un corrillo de carcajadas, sirven café y cerveza a todo aquel que, atraído por la alegría, asoma su naricita por la puerta.

images (7)Quien ha venido a mi celebración sabe que en ella tiene asegurada la alegría, que las risas están garantizadas y que los abrazos se regalan junto con el sombrero de «bienvenido a mi fiesta». Sabe que mi casa está vacunada contra la negatividad, los dramas, los condicionantes o los chantajes y que, como toda fiesta que se respete, cada momento tiene un ambiente particular y se puede pasear por todos ellos, quedarse en el más afín, o brincar de uno a otro al ritmo que su cuerpo aguante y su identidad le marque.

Así, está la esquina de la nostalgia, en la que desde la comodidad del sofá, a veces nos da por pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Sobre sus cálidos cojines evocamos presencias pasadas, ángeles y fantasmas que han desfilado por nuestras vidas; añoramos viejos amores y revivimos pasiones locas; pero como es el lugar para la saudade, también disertamos sobre lo que pudo haber sido y no fue o,  por lo que hicimos y dejamos de hacer.

También existe el rincón de lo profundo, donde encontramos lo que nos confronta, nos sacude, nos hace pensar, nos cuestiona, nos duele, nos rasga el alma y nos hace crecer. Allí está el taller en el que nos cosemos las alas, nos remendamos el alma y seguimos tejiendo las redes de afectos que nos sostienen a la vida.

En la habitación del silencio cualquier cosa que se diga sobra, porque lo que cuenta es que se está ahí, así, por que sí, cuando no se necesita nada más.

Hay un cajón para las confesiones que así nos duelan, se deben revelar. Allí hablamos de lo inevitable, nos hacemos confidencias y nos desvelamos intimidades sin importar juicios de valor. Hablamos de lo que esconden los secretos a voces, nos decimos cosas que nos alegran y otras que nos hacen llorar –tanto de tristeza como de risa- y soltamos temores, emociones e inquietudes que nos ahogan. Este cajoncito está dispuesto junto a la fuente del psicoanálisis, en la que quien lo necesita, puede dejar abandonada alguna incertidumbre o llevarse consigo una que otra inquietud.

La amplia mesa de la tertulia es uno de los lugares con más movimiento de la casa; en ella se debate, se discute, se acercan posturas y, cuando no son posibles los consensos, se establecen acuerdos de respeto y pactos tácitos de no agresión. No hay temas vedados ni doctrinas vetadas y sí mucha teoría sobre lo divino, lo humano, lo superfluo y lo trascendente. ¿Conclusiones? Muy escasas, la verdad, más bien muchos temas pendientes esperando aire en el tintero.

La bolsa de los consejos –de ida y vuelta- tiene bastante meneo. Algunos se piden, otros se dan de manera espontánea y, aunque unos se siguen, hay muchos que se archivan sin mediar explicaciones –ni de ida, ni de vuelta- ¡y no pasa ná! porque el juzgar es un ejercicio que cada vez abandonamos más.

Como buena pisciana, en mi casa no puede faltar el estanque de las lágrimas y por allí hemos pasado todos, unos más que otros, pero todos, en algún momento del baile nos acercamos por su orilla para soltar dolores, angustias, frustraciones, amarguras o ahogar desengaños y traiciones; pero también, para manifestar la inmensa alegría que supone la experiencia de coincidir habitando el mismo espacio y mirar el mismo cielo, porque las lágrimas de felicidad también nos merecen su momento.

Mis amigos, mis almas cómplices

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Se, y ustedes también, dónde están, cuál es su lugar preferido y en el que se sienten más cómodos, así como la frecuencia con que habitan en mi casa y a ritmo de qué música bailan conmigo y eso me encanta, pues quiere decir que una de las cosas que nos une es la libertad a la hora de entregar y recibir afectos.

Mi casa, mi celebración y mi fiesta son también un homenaje a su presencia, porque me hace feliz mirarlos a todos y contar con su amor, sus palabras, sus risas y sus abrazos y sentirlos como piezas que encajan de manera perfecta en mis esquinas vacías. Ustedes hacen parte de mi patrimonio vital como gasolina que mantiene encendida la chispa de un motor; por eso siempre necesitaré que se queden, que no abandonen y que sigan junto a mí hasta el final de esta vaina; que me acompañen hasta cuando haya que recoger la casa y dejarla en orden para el siguiente baile, porque en ese momento, saberlos cerca será el mejor balance a mi existencia.

Gracias por permitirme descubrirlos y por acudir a mi encuentro. Me quedo con todos sus regalos, con toda su generosidad y con la inmensidad de su ternura.

Mi corazón los abraza y les recuerda que, el último, apaga la luz.

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Comentario a pie de página:

A propósito de la celebración del «Día del amor y la amistad» en mi Colombia, tierra querida (y, pensándolo bien, un nombre que siempre me ha parecido algo ridículo, pero es un día que siempre me ha encantado celebrar).

9 comentarios en “Cómplices

  1. Ahhh mi querida Bibi… un placer leerte y encontrar identidad en el sentir a través de la letra. Un abrazo enorme y toda mi buena energía porque sigas agregando a tu vida los amigos que te mereces, claro, mi pedacito ya esta escrito y seguirá vigente en tu fiesta a través de la distancia, esperando siempre el reencuentro.Dios te guarde.

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  2. Querida Bibiana; es un placer saberte tan rodeada de cariños y que me invites al abrazo y a la carcajada compartida de tan diversas maneras. Yo también agradezco a la vida (y a la Pepa) que nos haya puesto en el camino, porque las energías empáticas y simpáticas sintonizaron de una. Salud por ti que nos convocas: salud por la maravilla que es la amistad.

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  3. Mi querida Bibiana, por estos lares se te recordará siempre… Tu alegría y espontaneidad, tu aparente «desfachatez» que no era mas sino tu admirable franqueza llevada sutilmente al limite, y tu admirable sentido de la amistad, dejaron un gran sello en la mente y en el corazón de quienes te acompañamos en aquellos tiempos … entre la academia y la bohemia. Paz y bienestar para tu vida, y gracias por compartir tus lineas, donde sin duda dejas mucho de lo que eres… en tu esencia!!!

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