Hoy te extrañé

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Hoy te extrañé y al querer buscarte, me costó aterrizar en la realidad de que ya no hay ningún lugar en el cual descubrirte. Despertar en las mañanas y tener que entender que no estás y ya jamás estarás, no es una buena idea para comenzar mis días. Hoy, te he echado de menos y en el dolor de un suspiro profundo he sentido un vacío al que creo que llaman orfandad… es que saber que ya no estás lastima mi alma, porque, aunque siempre habitarás mi vida, ya nunca más encontraré tu risa en ella.

Hoy,

cuando el amanecer me encontró echándote de menos, recordé que allá lejos, en una esquina de mi vida, en un rincón del planeta, yo te descubrí como el primer héroe de mi historia. Te recordé como el valiente que depositó afectos donde el corazón le dijo «aquí» y como el guasón de entraña humilde que se bebió los mares y con su risa de pueblo inundó la bohemia de una ciudad triste. Te volví a ver como el rescatador de una niña que odiaba la sopa de chocolate, los pepinos y las espinacas… te añoré como el mago del paraguas que corría tras de mí para que no brincara por la calle y te sentí nuevamente a mi lado como el genio con el que me divertía leyendo a Condorito o viendo las Urracas Parlanchinas. Hoy, te recordé como el titán que con mirada traviesa siempre, a las tres, venía a mi encuentro con noticias frescas en su mano y muchos besos dispuestos a magullar los hoyuelos de mis mejillas.  Así te recordé de nuevo, como el paladín que sin saberlo me dio la vida para heredarme todo lo que necesitaba aprender en esta existencia.

Hoy,

desperté recordándote en los tangos de Moreno y en los boleros de Marini; en los imperdonables domingos de toros con sombreros y los infaltables sábados de cine por la tarde, o en las largas noches compartidas de aguardiente. Nos vi, tú enfundado en tu elegante traje negro y yo sentada en tus piernas con mi vestidito rosa en el parque de El Restrepo, cubiertos los dos por ese cielo azul profundo que siempre recuerdo y que ahora que lo pienso, me digo que fue ahí donde se engendró la felicidad. Recordé nuestras caminatas por La Séptima, las meriendas con salchichas de El Bohemio y las destartaladas Monaretas con las que paseábamos por el barrio. Hoy tararee tu China Hereje y tus Lágrimas de sangre y, de nuevo, te vi acompañándome a pasar la calle para que noveleara –mi entretención favorita de niña- los funerales y las bodas en La Valvanera y, de nuevo, te vi caminando con tu andar ya lento, muy lento, la última tarde en que tomamos un café juntos. Hoy te extrañé cuando el vacío de ti crudamente me reveló que la vida no nos esperó y que ya jamás te encontraría al cruzar el mar para abrazarte.

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Hoy,

desperté con el recuerdo de tu mirada ya perdida en el universo de los ausentes y sentí la fuerza de tu mano apretando la mía la noche de nuestra despedida, esa que yo supe como cierta y que tú, seguro, presentías. Conté de nuevo los pasos que apretaban el llanto en mi pecho mientras recorría el pasillo de aquel hospital mustio en el que la muerte decidió alejarnos para siempre. Me asomé por la ventana que te mostraba la ciudad, esa que por no entender ya no mirabas, y te vi tejiendo, como quien teje una colcha de retazos, tus recuerdos atropellados de esa nostalgia que inexorable (tu palabra recurrente) te negabas a aceptar y, entendí cómo, cuando tu piel se fue arrugando, tu corazón se hizo triste, porque te dolía esa vida de mierda que se lleva las cosas que se quieren y con las que una vez se vivió bien.

Hoy,

tuve la certeza de que cuando me despedí de ti, me despedí también de tus ojos y mi empeño por encontrarlos en otros que me miran; de tu risa y mi recurrencia en buscarla detrás de los espejos; de tu cobijo y de querer rastrearlo en los brazos que me abrazan; de tu presencia y los encuentros que como pedagogía vital el universo me revela. Hoy tuve, por fin, la certeza que contigo se fue mi obstinación oculta en buscar tu significante. Aun así, se que sin yo buscarlo y tú sin proponértelo, te hallaré en mis manos y en mis gestos, en mis pies y mis andares, en las palabras que de ti me apropié, en mi «mamadera de gallo», en mi risa y mi ironía y en la identidad atávica que me supone pertenecer a esos Pineda que desde Burgos entraron al Caribe.

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Hoy,

que te he echado de menos, comienzo a entender que perdonar cuando no hay nada que perdonar, porque todo lo que se vivió fue perfecto para nuestra experiencia juntos, es el reconocimiento más profundo que puedo hacer para mi madurez, es el ejercicio de aprendizaje que ninguna escuela me enseñó  y que ningún libro ni ningún manual me reveló. Por ello, mi gordo, te reconozco con total seguridad como el gran maestro que en esta vida me acompañó como padre y sé que, conmigo, tu misión quedó cumplida.

Tras tu partida queda lo vivido, lo sentido y todo lo aprendido. Pero el tiempo -que a todos nos sitúa en el lugar debido- también acomoda nuestros recuerdos y, como la arcilla que se vierte sobre un molde, hace con nuestras nostalgias nubes dulces, en ocasiones difusas y a veces tergiversados ecos en nuestra memoria. Así es que cuando tus recuerdos se me vayan haciendo borrosos, saber que de ti está hecha mi tierra y que en algún lugar queda el paisaje en el que moraste, será la certeza de que el inventario de tu existencia siempre estará en mí, como parte de mí esencia, esa que no se roba ni se aprende, sino que viene porque sí en la íntima génesis del amor.

A tiempo nos dijimos cuánto nos amamos, que todo lo que hicimos estuvo bien y que nada se nos quedó por entender. Me dijiste que fuiste humano y como tal viviste y te dije que siempre, siempre, serías mi héroe…

… pero no te dije muchas cosas

No te dije, por ejemplo, que un día despertaría y la falta de tu presencia en el mundo me llenaría de nostalgia. No te dije que algunas mañanas me encontrarían deambulando como una sombra por la casa, preguntándome una y otra vez: ¿y ahora, cómo carajo es que se tiene que vivir sin papá? No te dije, por ejemplo, que un día despertaría al alba queriendo hablar contigo y no tendría ni la más jodida idea de en qué rincón del universo buscarte. No te dije, por ejemplo, que una noche de esas en que la tristeza me llenara el pecho, te evocaría para escuchar tu voz y no se me ocurriría cómo hacer para que no doliera. No te dije -tampoco- que iba a tener días en que los malditos vacíos de la vida se robarían huecos para el llanto… para llorar tu ausencia…

… tampoco te dije que aún me quedaban muchas risas para arrancarte con las mil historias que se me quedaron por  contarte.

Papi ¡cómo cuesta saber que ya no estás!

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10 comentarios en “Hoy te extrañé

  1. Animo Bibi por que cada vez que sientas el vacio sabras tambien que al contrrio estas repleta de lo que Tu Heroe te lego para la vida, para tu historia! En el desvanecimiento que da la distancia y el tiempo siempre habita la huellla de esencial; lo que fue heredado, brindado y adoptado para poder continuar sin remover lo hermoso que habito en el camino. No existe despedida feliz pero se puede transformar en eso; en una sonrisa repentina de aquellos momentos mutuos y tenaces que hoy debilitan pero que crean asi la vision transparente de lo que fue y continuara porque de ello hemos salido. Asi que Tu Padre esta mas presente de lo que imaginas en cada movimiento de tu cuerpo, en el paisaje que miras, en el desvelo y el sueno que te habita. Esta dentro de ti ahora y siempre de la manera mas aguda que existe para que sepas que nunca se ira que permanencera hasta tu ultimo respiro. No estas sola mas , esta dentro de ti ahora y su mano que apreto la tuya en un ultimo intento para decirte que te acompanaria siempre. Ahora te contempla diferente, desde tu perspectiva, desde tu mirada y andar. Ahora sos dos en uno y continuara asi hasta que seas permanente en todos los que amas y te aman. Asi que no arrepentimentos, no deudas pendientes todo esta a la mano en ese corazon doble que posees ahora. Un fuerte abrazo!😊

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  2. El amor lo logra todo. Lastimosamente no tenemos suficiente tiempo para comprenderlo y disfrutarlo en toda su plenitud, pero, sé que te lo gozaste en cada rincón de tu ser. Es lo importante. Felicitaciones a mi escritora favorita.

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  3. Sospecho que has llorado mucho escribiéndolo y que las lagrimas acudirán a tus ojos, como la sangre a la herida, cada vez que lo vuelvas a leer. Y creo, porque pasé por circunstancias similares, que una parte del doloroso duelo también se cierra en el punto y final de tu prosa, más deslumbrante que nunca; descomunalmente sincera. En un platillo el pésame, en el otro, la felicitación, te dejo a ti la tarea de decidir hacia qué lado inclinarás el fiel de la balanza, flaquita.

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