La extensión del amor

Hay amores que ganamos, o regalamos, por extensión. Amores porque sí, que vienen a sumar, que nos llegan heredados, que se asumen sin más, que se reciben sin mediar justificaciones, que se aceptan como hechos naturales en nuestra existencia y en los que no caben preguntas porque no existen respuestas para tanto que nos llenan.

Hay amores que hacemos extensibles a través de otros existentes, que se alargan más allá de toda creación y todo tiempo. Amores que germinan naturales, que damos sin esperar nada pues la razón de su existencia es algo que nunca nos planteamos. Amores originales, que sentimos dentro desde siempre y para siempre, esos que nos hacen creer que estaremos aquí, habitando el mundo, aun más allá de nuestro último aliento.

Yo, a él, lo amo por todas las razones posibles

Desde mucho antes de mirarme en sus ojos y antes de adivinar su sonrisa y aun, sin saber que existiría en este planeta. Yo, a él, lo amo sin excusas, sin definiciones, sin preguntas, sin respuestas. Lo amo sin mezquindad, con respeto por su vida y sus elecciones. Con aceptación de sus decisiones y comprensión de sus circunstancias. Lo amo con admiración por su talento, con apoyo a sus sueños, con tolerancia por su vivir de pocos límites, con benevolencia ante los virajes de su arte y con indulgencia y plena absolución por los brinquitos que acostumbra dar a sus sentires.

Yo, a él, además lo amo porque sí

Desde que lo conozco estoy posada en una equina de su vida para advertir sus pasos, para seguir sus huellas, para observar cómo se mueve en este mundo que con irreverencia adivina muy fácil, para sorprenderme cada vez que su ingenio crea nuevas formas de interpretar la vida. Desde que me conoce, está acariciando mi alma con su risa y haciendo infinitamente mejor mi universo con esa, la única palabra que define el sentimiento más grande en un ser humano.

Desde que nos conocemos nos respetamos, nos abrazamos a través del tiempo con la complicidad natural de los seres que aun conociendo todas sus sombras se aman porque sí. Desde que nos conocemos nos ofrecemos todo lo bonito que la vida nos permite, todo lo natural, lo sincero, lo bueno que tenemos en nuestras almas tan dispares. Desde que nos miramos por primera vez, él y yo, nos reservamos lugares de privilegio en nuestras vidas, en nuestras almas, en el espacio y tiempo que habitamos.

Él me dice “Mami” y yo, “mi niño conchintío”

FB_IMG_1502724424128-01Hoy hace tres años la parca desgarró su vida y le arrebató a la mujer que le regaló la luz, a la dama que le abrió el camino para que se bebiera la vida; a la musa de sus mejores cantos, a la guerrera que le regaló su ser y lo adornó con mimos; a la señora que lo amó sin cortapisas y desafió al viento para que su existencia fuera siempre el más grande acierto.

Hoy, hace tres años, el día último de su último impulso, renové el compromiso de amor que sellé con ella hace más de tres décadas, cuando me dijo que traería a la vida a una nueva criatura y que confiaba en mí para que le ayudara a hacer su universo un poco más fácil, un poco más dulce, un poco más humano. Hoy, hace tres años, renové mis votos de fidelidad materna a ese ser que siento de mi sangre y que veo como el más extraordinario legado de amor que la amistad hereda, que la vida regala, que el sentir se apropia.

Reflexión:

En La despedida, Milán Kundera aseguró que “tener un hijo significa manifestar que se está absolutamente de acuerdo con el hombre. Tener un hijo es como decir: he nacido, he experimentado la vida y he comprobado que es tan buena que merece ser repetida”. Pues yo nunca he estado de acuerdo con la humanidad depredadora, a la que día a día veo más demente y considero más mezquina y creo que la vida cada vez resulta más insufrible (con tendencia a empeorar) como para cometer la putada de repetirla en alguien.

Aunque, y, pensándolo bien

Doy un paso al lado cuando observo a ese ser disfrutando con su existencia y comprendo por qué su madre sí que estuvo de acuerdo con Kundera y por qué decidió repetir la vida en ese, nuestro hijo compartido, mi niño conchintío, mi ahijado, ese ser humano hermoso sin el que desde hace treinta años me es imposible imaginar el cosmos.

Y, pensándolo bien

Doy un paso al lado al comprobar que la ausencia de ella duele menos cuando pienso que la extensión de su generosidad rula por el mundo llamándome “mami” y que la continuidad de su alegría habita en su rostro cada vez que él sonríe.

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Conchintío: consentido, mimado

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