El olorcito del romero

foto 1Puedo recordar cada detalle de nuestra llegada a esta casa. Tu traías dos maletas con tu ropa y tus playeras; una caja de libros y otra con tus viejos vinilos y unos cuantos poemas. A la espalda traías la guitarra y enredada en tu melena, esas ganas locas de comerte el mundo. Una bolita peluda que lloraba en el jardín nos dio la bienvenida y con sus divertidos ojos negros y su menear de cola, dijo que se quedaba a nuestra vera y entonces la bautizamos Lola.

A estas cuatro paredes le dimos el color que le faltaba para llamarse hogar, tú preferiste el añil, mientras yo apostaba al berenjena. Con nuestras manos construimos muebles, sembramos pinos, tejimos mantas y lo que parecía un solar, pronto lo llamamos casa. Hicimos el amor a cualquier hora y en cualquier lugar y nunca nos importó el salvaje invierno, ni el sopor del bochorno en el verano, siempre era buen momento porque nunca nos faltaron bríos y sí que nos sobraban ganas, éramos jóvenes y lo único que necesitamos fue vida para ser felices.

Pronto, los amigos llenaron las estancias y la casa se inundó de risas y el olor de la complicidad alimentó las historias infinitas contadas en sobremesas eternas y en planes compartidos con todos los que fueron llegando a construir familia, a tejer nuestra red con sus afectos. Cocinábamos, bailábamos, nos emborrachábamos, cantábamos, llorábamos, filosofábamos, reíamos y amábamos mientras construíamos los cimientos para aterrizar los sueños.

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Tú cantabas a Guaraní y yo hacía las recetas de la abuela. Tú escribías versos, mientras yo enseñaba a niños en la escuela y cuando preparabas tus maquetas, yo plantaba hortensias o podaba los manzanos. Nunca me cansé de fotografiar tus caracoleadas pestañas y tú jamás te hartaste de acariciarme el pelo. Salías por las tardes con Lola a encontrarme en el camino y como liebres corríamos por el campo para volver exhaustos con ramitos de romero que llenaban con su aroma el fuego en la chimenea.

Puedo recordar cada detalle de nuestra llegada a esta casa. Cada momento intenso de toda esta vida juntos, cada palabra, cada sonrisa, cada poema que me escribiste y cada canción que me cantaste.

Puedo recordar cada promesa hecha

cada plan

cada sueño

cada proyecto

cada logro compartido.

Puedo recordar a cada amigo encontrado

a cada hermano ganado

a cada hijo acogido

a cada aliado perdido.

Puedo recordar uno a uno nuestros frutos y cada uno de los extravíos, cada euforia y cada quebranto vivido, como puedo recordar cada risa y cada lágrima que dejamos en ésta, nuestra casa.

foto 4Hoy hacemos las maletas y emprendemos la partida. Tus canciones se escuchan en la radio y tus poemas se recitan en tertulias, las jovencitas sueñan con tus trovas y los hombres envidian tus sonetos. Vamos a un lugar que no conocemos pero que estaba en nuestros anhelos y caminamos hacia esa nada a la que llaman fama y que durante años hizo parte de ese todo que juntos correteamos sin descanso.

Aquí, en esta casa y en esta tierra dejamos nuestros maravillosos años, la vida que sólo pudimos inventar tú y yo y la lealtad que nos trazó el camino. En esta casa dejamos savia, tiempo, aliento y en sus paredes siempre harán eco los suspiros arrancados a los sueños. En esta tierra se quedan nuestros mejores frutos y la hermosa Lola que nos dejó hace tiempo. En la chimenea siempre arderá el romero y en sus fogones cobrarán vida tus pasteles de naranja. En el jardín habitarán las risas y en el tronco del manzano se mecerán las voces que contaron historias de la gente que apostó a utopías.

Si es cierto que uno vuelve a los viejos sitios donde amó  la vida, prométeme que cuando el ruido meloso de las lisonjas y el ensordecedor barullo de los aduladores te camelen, cerrarás los ojos y volverás a sentarte frente a esta chimenea construida entre los dos y sentirás el olorcito del romero y recordarás el día en que llegaste, con tus dos maletas de ropa y tus playeras.

Vamos a buscar el vértigo, aunque en él extraviemos nuestras manos.

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