→Puedo recordar cada detalle de nuestra llegada a esta casa. Tu traías dos maletas con tu ropa y tus playeras; una caja de libros y otra con tus viejos vinilos y unos cuantos poemas. A la espalda traías la guitarra y enredada en tu melena, esas ganas locas de comerte el mundo. Una bolita peluda que lloraba en el jardín nos dio la bienvenida y con sus divertidos ojos negros y su menear de cola, dijo que se quedaba a nuestra vera y entonces la bautizamos Lola. Sigue leyendo
Archivo de la categoría: Los cuentos
Si no te vas
→Después de deambular como un gato herido por todos los rincones, recorriendo con los ojos y acariciando con sus dedos uno a uno los objetos que Amalia -en un gesto de abandono dejó dispersos por la casa- se sentó frente al televisor y observó fijamente y con ojos aturdidos, la negra pantalla. Sigue leyendo
Flechas al sol
→La encontraste en una de esas retorcidas esquinas con las que juega la vida en tu camino. La hallaste intentando descifrar con sus artes de gitana lo que la suerte escribía en su destino. Osado te acercaste a ella y la cubriste con tus brazos cuando el otoño anunciaba que ya venían las noches de frío y tan seguro estabas de tu corazón blindado, que metiste las manos en su fuego creyendo que no te quemarías, confiado en que podías jugar sin apostarte nada. Sigue leyendo
La amenaza
«→Llevaba 56 días de haber aterrizado en el Principado de Asturias y, aunque aun no tenía claridad si mi estancia sería definitiva -o más pronto que tarde empacaría mis alforjas para deshacer pasos de regreso a mi Bogotá natal- intentaba adaptarme a los cambios, usos y costumbres del lugar con el propósito de llevar una vida de esas que se llaman normales, mientras el destino me mostraba si esa sería la ciudad en la que debía apagar motores por un tiempo. Sigue leyendo
Un objeto perdido
→El rechinar de la puerta giratoria indicando que alguien entraba, hizo que el funcionario parapetado tras la ventanilla de atención al público levantara la cabeza para observar a la chica que entraba en aquella desangelada oficina de objetos perdidos.
Una joven menuda, de apariencia frágil y acompañada por un perro guía, que al entrar se detuvo por un momento en el recibidor para acortar la cuerda que la unía a su lazarillo, avanzaba con paso seguro, como si caminara por un lugar ya transitado, en dirección a la ventanilla de atención al público. Sigue leyendo
Querido Klaus
→Ya lo sabía, lo sentía y lo sufría, pero al efecto anestésico que da el enamoramiento le debo la ceguera de no querer ver lo que con tu comportamiento me mostrabas hacía ya unos meses. A esta edad, enamorarse como una adolescente no solo es una locura trágica en la que el absurdo y lo incoherente te llevan de la mano por el laberinto del sinsentido, sino que es subirte al tiovivo del ridículo, feriar el orgullo en un vertedero y arrojar a las manos de un pirado tu cordura para que haga vudú con ella. O sea, que no está bien enamorarse cuando las ganas de sentirse querida son más fuertes que las ganas de quererse a sí misma… ¡Y así me fue! Hice de ti mi razón de ser, mi motivación, mi luz, mis días y mis noches, mi vida… pero con tus burlas y manipulaciones me fuiste dejando sin aire, me arrebataste el aliento y me regalaste los días más tristes de mi vida… ¡Aun así, no sé cuántos desgarros más estaba dispuesta a soportar por sentirme merecedora de tu amor! Sigue leyendo
Buscando el lugar
→Cuando encendió la luz para iluminar el recibidor de entrada a su casa, el único sonido que escuchó fue el que hacían los tres pequeños peces que se movían en círculos en el acuario puesto sobre la cornisa interna de la ventana del pasillo. Cerró la puerta y depositó sobre el secreter de la entrada, la bolsa de una tienda en la que esa tarde había comprado un pijama de algodón, su pequeño bolso de piel y, unas cuantas cartas que acababa de recoger del buzón. Sigue leyendo
El mejor show
→Entró en el tocador y repasando su silueta en el espejo, revisó que todo en el atuendo estuviese puesto correctamente. Un vestido rojo que marcaba su cintura, collar de perlas y unos finísimos y altos tacones negros formaban un conjunto de estudiado estilismo. Bien por delante, bien por detrás. Dos pasos más y topó frente a frente con sus grandes ojos verdes reflejados en el espejo. Como si alguien distinto a ella la observara, durante unos minutos sostuvo la mirada en el cristal y descubrió en ellos esa luz que durante los últimos años creyó perdida. Y sonrió. Sigue leyendo
Vendrá
→Salió apresuradamente de la ducha y, mientras con una mano tiraba de la toalla que pendía del colgador, con la otra tomaba el pequeño reloj que descansaba en la encimera junto a una caja de medicamentos a medio abrir.
-¡Ups! ¡Ya voy tarde! Sigue leyendo
Me voy
→Se levantó como todas las mañanas hacía ya casi diez años. A las siete en punto. Se sentó en el borde de la cama y durante un largo rato miró fijamente a sus pies, diluyendo sus pensamientos en la observancia de sus huesudos dedos. Se calzó las zapatillas raídas, las mismas que desde hace ya casi diez años arrastraba en paseos circundantes por toda la casa y que en ese trasegar habían perdido la forma y hasta el color. Parapetado en ellas, empujando su cuerpo triste caminó por el pasillo que conduce a la cocina. Sigue leyendo