→Ya lo sabía, lo sentía y lo sufría, pero al efecto anestésico que da el enamoramiento le debo la ceguera de no querer ver lo que con tu comportamiento me mostrabas hacía ya unos meses. A esta edad, enamorarse como una adolescente no solo es una locura trágica en la que el absurdo y lo incoherente te llevan de la mano por el laberinto del sinsentido, sino que es subirte al tiovivo del ridículo, feriar el orgullo en un vertedero y arrojar a las manos de un pirado tu cordura para que haga vudú con ella. O sea, que no está bien enamorarse cuando las ganas de sentirse querida son más fuertes que las ganas de quererse a sí misma… ¡Y así me fue! Hice de ti mi razón de ser, mi motivación, mi luz, mis días y mis noches, mi vida… pero con tus burlas y manipulaciones me fuiste dejando sin aire, me arrebataste el aliento y me regalaste los días más tristes de mi vida… ¡Aun así, no sé cuántos desgarros más estaba dispuesta a soportar por sentirme merecedora de tu amor!
Hoy, es tanto el agotamiento, que ahora mismo ya no quiero pensar con quién estabas esta noche, porque sé que ha sido cualquiera, como lo fue ayer, como lo será mañana y como seguirá siendo siempre, pues para ti cualquiera está bien. Cualquiera que esté dispuesta a irse a la cama contigo y te reía los mismos y repetitivos chistes flojos, es la carnaza apropiada para tu depredadora entrepierna. ¡Cretinas! ¡Todas son idiotas porque creen que las amas! Y más idiota tu creyendo que ellas te van a amar más que yo. Ninguna estará dispuesta a dar su vida por ti como yo, porque yo, mi querido Klaus, te idolatro con las entrañas, te adoro hasta la demencia… ¡Hasta la mismísima muerte! Y mi enajenación por ti ha llegado a su punto máximo.
Me prometiste que hoy, día de nuestro primer aniversario, veríamos juntos una película de estreno y la esperanza de una noche romántica hizo que durante la última semana, como una aspirina disuelta en soda, la alegría me saliera a borbotones por todos los poros de mi piel. Y me vestí para ti, para que me desearas como el primer día; calcé unos zapatos nuevos, usé el perfume de manzana que te gusta y me puse el vestido de seda que llevaba la noche en que te conocí. Para no echar a perder la que prometía ser una velada mágica, llegué al cine con suficiente antelación a recoger las entradas de una peli sobre la que no me diste posibilidad de elegir y allí me planté a esperarte. ¡Vaya si te esperé!
Y los minutos pasaron. Y el reloj corría. Y yo te seguía esperando.
Pronto, a las puertas del teatro no quedó nadie más que un taciturno vendedor de caramelos y yo. Y tú, mi querido Klaus, no llegabas. Y yo, mi querido ausente, comencé a agonizar por ti. Sabiendo que por un “asunto de última hora” habías olvidado nuestra cita, decidí entrar sola al teatro y sentarme junto a tu no presencia, segura de que ésta sería la última vez que me humillabas, que ignorabas mi amor y echabas tarros y tarros de mierda a mi autoestima… ¡Segura de que ésta sería la última vez que me vestiría para ti, mi adorable Klaus! Las lágrimas que nublaban mis ojos no me permitieron ver a Van Dame, tu ídolo y quien como tú, ante la incapacidad de recitar un diálogo de más de medio minuto de duración, intenta convencer con sus músculos de pollo de factoría, que hinchados de agua parecen a punto de reventar.
No te importó burlarte de mí y dejarme asistir a una cita a la que bien sabías desde siempre que no acudirías ¿Acaso no sabes que te amo, Klaus? ¡Sí, sí que lo sabes, pero no le das importancia!… y como no le das valor a todo lo que te doy, como desprecias todo lo que he hecho por ti y todo lo que te he dado, ¡Pues a mí tampoco ya me importa nada!
Adiós mi querido Klaus, ya nunca más me arrastraré como una lombriz para que te quedes conmigo, ya jamás te rogaré para que me lleves al cine, total ¿Para qué? Si con nuestra relación ya he tenido un siniestro cóctel de drama, tragedia y suspense todo junto en un año, tanto como si Hitchcock, Tarantino y los hermanos Coen se hubiesen aliado para escenificar mi vida contigo en una malísima película.
Ojala este final te agrade tanto como para asistir al último pase de lo que fue nuestro rodaje juntos. Adiós Klaus, ya nunca me dejarás plantada como los árboles. Espero llegues a tiempo para mi funeral y veas lo guapa que hoy me vestí para ti.←
Sonia
Me he sentido así. Y creo que ni tu ni ho somos las únicas, porque sin almas como este estan por todas partes con caras de Ángeles. Que mal me he sentido al leerte. Y a la vez que sentimiento tan profundo de tristeza. Porque sé qué vacio y que pena tan onda inundaba tu alma. Al sentirte humillada, utilizada y menospreciada por alguien a quién pusiste antes que a ti.
Desde luego lo que más me reconforta es que siempre llega ese punto final en el que se cae la venda y decides decir basta! También reconforta que estas situaciones solo nos sirven para aprender a querernos antes a nosotras mismas.
Gracias por no hacerme sentir sola en este vacío tan grande en el que te dejan sumergida los sinalma. Por darme fuerzas para seguir montando de nuevo los escombros
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