→Hay sentencias que la modernidad ha traído consigo y que me niego a hacer de ellas reglas, o normas, o ayudar para convertirlas en verdades absolutas. No quiero dejarme llevar de la mano de bulos que, como si fuese amplificador de feria, difunda y haga dictámenes sin siquiera analizar, creer en ellos o, lo que debería ser fundamental, aceptarlos.
No quiero acostumbrarme a escuchar que todos somos iguales y terminar dándolo por sentado, sin cuestionarme siquiera quiénes somos «todos» y a qué tipo de «igualdad» se refieren. Iguales, sí, pero como seres humanos, mas no como individuos. Y tampoco me atrae hacer parte del colectivo que perpetúa la frasecita -que cojo con pinzas- y es que «todos los hombres son iguales», porque no, sé que no todos son iguales. Hay unos más cabrones que otros y ahí radican las grandes diferencias. Los innumerables matices son los que hacen que unos –los cabrones- sean una especie a la que hay que mantener a prudente distancia y los otros –los menos cabrones- sean esos tipos fantásticos con los que vale la pena cruzarnos (al menos una vez en la vida).
Todos queremos encontrar y que nos encuentren, de una u otra forma, pero que nos encuentren. Hay quien quiere ser encontrado por la suerte, el que desea encontrar el éxito o, inclusive quien sueña con que a la vuelta de una esquina Aladino salga a su encuentro y le diga ¿Hola cariño, qué deseo quieres que te conceda hoy?
…Y, pensándolo bien ¡yo también quiero que me encuentren!
Quiero que me encuentre uno de esos tipos geniales, de los que son un poco diferentes a los otros de su especie; uno de esos -de los menos cabrones- que andan por ahí queriendo encontrar a una mujer tan valiosa como yo. Quiero que me encuentre un amor de los que dibujan sus pasiones con trazos de amores a la antigua, pero no para llevarme a levitar por las nubes y dejarme allá, si no para que me agarre de la mano y quiera vivir el hoy, el ahora en una experiencia aterrizada y tranquila porque la vida se nos acaba y ya no hay tiempo que perder en dramas.
Yo también quiero que me encuentre un amor adulto, responsable; de esos que acompañan, aconsejan, secundan y respaldan; de esos que no condicionan, que ni limitan ni prohíben, porque ahora que nuestras alas ya se baten con plena autonomía, cualquier peso de más se convierte en lastre. Un amor que me ate con fibras invisibles, fuertes, de esas que resisten a los temporales y no las que arrastran y arrasan con complicaciones absurdas. Un amor que no me amarre, que no me enrede entre asfixiantes nudos gordianos camuflados en abrazos a la luz del alba. Un amor que no me asfixie con cohibiciones arbitrarias, que me deje ser, pero que también sea conmigo, porque ya no vale la pena desgastar nuestros ánimos en egoísmos sin sentido.
Yo quiero que me encuentre un amor honesto, no de cuento –hace años sé que son eso, sólo cuentos- ni de los que se tejen con fábulas, patrañas y libretos de culebrón. Quiero que me encuentre el amor de un tipo sincero, de los que no saben mentir, de los que no saben fingir, de los que tienen el alma limpia, que se visten con humildad, que jamás habitarán los espacios de la arrogancia y nunca -como yo- dejarán de crecer; un amor de los que no ocultan cadáveres bajo la alfombra, que no conocen la lúdica del engaño, que no cultivan la habilidad de la manipulación y que no saben herir ni ofender, porque la mayor virtud que nos puede dejar la experiencia de los años vividos es la dignidad y en cada encuentro tenemos que ser maestros en ella.
Yo quiero que me encuentre un amor que me regale alegría, que una la suya a la mía y juntos inundemos nuestros días de risas y vistamos nuestras noches de calma. Un amor de esos que respetan por convicción y no por conveniencia; de los que valoran las oportunidades y a las personas con las que se cruzan; de los que comparten, de los que ya están curados de ego y han dejado atrás la invalidez emocional. Quiero que me encuentre un amor de los que con su presencia encumbran y refuerzan nuestra valentía con su existencia; un amor de esos que aportan a nuestro crecimiento si están y cuando se van lo hacen como los seres grandes y no como Atila, arrasando con cualquier atisbo de vida.
Yo quiero ser dos, quiero ser par, quiero ser compañía, quiero compartir la alegría que me tiene pegada a esta vida y los sueños que el cosmos me tiene pendiente en realizar. Quiero un amor que me incluya en el ser y el hacer, para que juntos seamos y hagamos. Quiero comprobar que los cabrones son menos, que los hombres buenos son más y que la generalización no puede ser regla. Quiero saber que besar a tanto sapo me mereció la pena porque al final de la larga lista está, no el príncipe (porque esos, si existen, moran en otros mundos) si no el hombre cabal que está esperando por mí y que está dispuesto a jugársela por caminar a mi lado.
Quiero dejarme encontrar por un amor que sepa, tanto como yo, lo que es sobrevivir a la guerra de los desamores, que venga con sus heridas cicatrizadas y no le duela entregarse al querer. Quiero que me encuentre un amor de corazón sano, sin miedos y vacunado contra el dolor de las flechas de amores pasados. Un amor que no busque una madre, ni una hija, ni una subalterna, si no una amante y compañera a quien mirar como igual y con quien ser igual. Quiero que me encuentre un amor con el cual caminar firme sobre roca, no un malabarista de arenas movedizas que se mueva por caminos de ida y vuelta, zigzagueantes, tambaleantes e indecisos.
Yo quiero que me encuentre ese amor hoy. Quiero que uno de esos tipos buenos que abundan en el planeta toque a mi puerta ahora que tengo ganas de vivirlo y no mañana cuando el ímpetu vaya en retirada. Yo también quiero que me encuentre ese amor, quiero saber que no es un mito y quiero, que cuando llegue, me encuentre despierta.←
¡Y bien…! ¿En qué clase de cabrones me encuadras a mí, flaquita?
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Jajaja… Tu estás en el grupo de los menos cabrones, o sea, de los que vale la pena encontrarse al menos una vez en la vida.
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¡Vaya! Veo que tienes una opinión sobre mí mucho mejor que la mía propia.
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Y pensándolo bien… !Lo encontrarás Bibi¡ Tu perteneces al grupo de las «menos cabronas» y los sapos besados pertenecen al «Cártel de los cabrones».
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Jajaja.. tienes razón, yo también pertenezco al grupo de las menos cabronas!
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