→Me permito seguir soltando corsés, aflojando nudos y perdiendo lastres en cada cuesta, pues para cuando mi espalda comience a curvarse, he de tener mi mochila más libre, más sutil, menos molesta, más ingrávida.
Me permito no entrar en pánico por los kilos de más, no espantarme ante las arrugas que me va mostrando el espejo en las mañanas, no deprimirme ante la flojera de la piel, ni aterrarme ante los pasos que gradualmente se irán haciendo lentos. . . Me permito no asustarme de vivir y lo que esto implica, porque a eso vine y en ello estoy.